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¿Podrían los códigos QR significar el fin de pedir la factura?

Según los últimos datos de Barclays, los comensales más jóvenes parecen renunciar al servicio de mesa tradicional y prefieren pedir y pagar en los restaurantes por medios digitales.

Los datos revelan que el 15 % de los jóvenes de 18 a 34 años prefiere pedir y pagar comida y bebida escaneando un código QR con su teléfono. Aunque este porcentaje no es enorme, es indicativo de un cambio potencialmente mucho mayor en el futuro.

"Muchos de nuestros clientes del sector de la hostelería y el ocio están teniendo éxito al ofrecer a los clientes la posibilidad de pedir y pagar desde su mesa escaneando un código QR", explica Karen Johnson, responsable de comercio minorista de Barclays. "A los clientes les gusta porque no tienen que esperar a la cuenta, lo que significa que pueden pedir una ronda extra de bebidas o un postre antes de tener que irse, y el negocio libera más capacidad para los camareros, aumentando la productividad".

Los datos de Barclays también revelan que los pagos sin contacto siguen siendo populares en los restaurantes. Aunque el gasto global en restaurantes disminuyó un 6,7%, como consecuencia de la crisis del coste de la vida, que hace que los consumidores dispongan de menos renta, el gasto sin contacto en restaurantes solo cayó un 2,9%, lo que sugiere un aumento de los comensales que optan por él.

Los códigos QR presentan varias ventajas para los operadores, sobre todo porque eliminan la necesidad de que el pub, bar o restaurante imprima menús, lo que no sólo supone un ahorro de dinero, sino que también significa que, en caso de que aumenten los precios (como ha sido la tendencia en el Reino Unido), no es necesario imprimir un nuevo menú para mostrar los nuevos precios.

Esta tecnología no sólo la utilizan los restaurantes informales, sino también los establecimientos de alto nivel. En parte, el auge de los códigos QR en el sector se debe a la pandemia del virus Covid-19, que ha llevado a los restaurantes a minimizar el contacto del personal con los comensales en aras del distanciamiento social.

Además, dada la grave escasez de personal a la que se enfrentan innumerables negocios de hostelería en todo el Reino Unido, como consecuencia de un sinfín de factores, quizás hacer que los clientes pidan y paguen ellos mismos, en lugar de depender de un camarero que les traiga el menú y la cuenta, podría evitar que los empleados de recepción que hay se vean desbordados.

Sin embargo, como muestran los datos de Barclays, las generaciones más jóvenes prefieren los códigos QR. A las personas mayores, que quizá no sepan tanto de smartphones, podría complicarles la vida e impedirles visitar determinados restaurantes que solo permiten pedir y pagar mediante un código QR escaneado a través del móvil. Según datos de U Switch, el 20% de los mayores de 65 años no tiene smartphone, frente a sólo el 2% de los jóvenes de 16 a 24 años.

Por otra parte, en lo que respecta a los datos de las tarjetas sin contacto, los resultados muestran que la brecha generacional se está reduciendo, con un 80,1% de las personas de 85 a 95 años con una cuenta Barclays utilizando tarjetas sin contacto en 2023; de hecho, los mayores de 65 años han sido el grupo demográfico que más rápidamente ha utilizado las tarjetas sin contacto en los últimos tres años, con un aumento interanual del 4,1% de los usuarios. Tal vez los códigos QR tengan una aceptación similar, sobre todo a medida que las generaciones que han crecido en un mundo dominado por los teléfonos inteligentes envejecen.

Pedir a través de un código QR no está exento de riesgos para clientes y operadores, sobre todo en una época en la que mucha gente se siente obligada a compartir sus visitas a restaurantes en las redes sociales. El año pasado, una mujer china acabó con una factura de 430.000 yenes (50.000 libras) de un restaurante de ollas calientes tras publicar en WeChat una foto de su comida y el código QR que había utilizado para pedirla. El resultado fue que los espectadores malintencionados de su publicación pudieron pedir enormes cantidades de comida para su mesa, incluidas 2.580 raciones de calamares, 9.900 raciones de pasta de gambas y 20 botellas de Honghua Lang Baijiu.

También plantea dudas sobre las propinas. Se supone que los comensales más jóvenes son más generosos que los mayores a la hora de dejar propina al final de la comida, pero los códigos QR reducen la interacción con los camareros y, por tanto, la inclinación a pagar más dinero.

También hay que decir algo sobre el valor de las interacciones con el personal de hostelería, algo que no puede hacerse necesariamente a través de un código QR. Parte de la experiencia de ir a un restaurante consiste tanto en el tacto del menú como en poder hacer preguntas sobre los platos o la carta de vinos. Quien esto escribe cree que sin esa posibilidad, salir a cenar pierde su toque personal. Puede que la tecnología agilice las cosas, pero ¿realmente las mejora? Quizá la verdadera historia no sea que el 15% de los jóvenes de 18 a 34 años prefiera pedir y pagar mediante un código QR, sino que el 85% no lo haga.

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