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El presidente de Bodegas Riojanas explora las "infinitas posibilidades" de Rioja

Santiago Frías, presidente de Bodegas Riojanas, explica cómo el productor combina el patrimonio con una mentalidad abierta.

"Creo que no hay un vino perfecto para todas las ocasiones", afirma Santiago Frías, poco dispuesto a destacar un favorito de la gama de su empresa. "Personalmente me importa más el momento, la compañía y el maridaje cuando tengo que elegir un vino. Nuestra gama de vinos ofrece infinitas posibilidades para cualquier momento de consumo".

Hay que reconocer que es una respuesta diplomática. Como un padre que tranquiliza a sus hijos, da a entender que los quiere a todos de forma diferente, pero por igual. Sin embargo, hablando con Frías, la quinta generación de presidentes de Bodegas Riojanas, la mentalidad abierta y la flexibilidad parecen ser las señas de identidad de la empresa. A pesar de sus 130 años de existencia, siempre está abierta a nuevas posibilidades.

El pedigrí es impresionante. Fundada en 1890, aunque con una historia familiar que se remonta a 1799, la empresa es anterior incluso al establecimiento de la denominación Rioja. Sus dos etiquetas de Rioja tienen décadas de historia a sus espaldas. Viña Albina, que lleva el nombre de la hija de uno de los propietarios, se lanzó en 1901. El Monte Real, de influencia borgoñona, un enfoque flexible en sí mismo, fue bautizado por el enólogo francés Gabriel Larrendant y salió al mercado en 1933.

"No sabría por dónde empezar", dice Frías sobre los conocimientos que ha heredado. Sin embargo, sí destaca algunas de las lecciones aprendidas a lo largo de más de un siglo: impulsar constantemente mejoras en la calidad; cuidar el medio ambiente y las comunidades; y comunicar la dedicación de la empresa familiar. "A lo largo de estos años, el estilo de nuestros vinos ha evolucionado, pero ciertas características se han mantenido inalterables con el paso del tiempo.

Frías ve la geografía y el patrimonio como una constante, "combinando la personalidad de nuestros viñedos con nuestra larga tradición de crianza en barrica y botella". Este enfoque se pone de manifiesto en las 200 hectáreas de viñedos propios de Bodegas Riojanas, a las que se suman las 600 hectáreas gestionadas por viticultores colaboradores de confianza. Los emplazamientos son envidiables, en gran parte en la Rioja Alta, a mayor altitud y con 100 hectáreas plantadas antes de 1980. El productor también hace hincapié en la crianza en barrica: el 61% de la producción se designa reserva o gran reserva.

No es, sin embargo, un estilo constreñido por la tradición. Cada marca habla de diferentes elementos de la identidad de Rioja, todo ello guiado por su principio de que los vinos deben ser gastronómicos. Viña Albina, en opinión de Frías, muestra "la elegancia clásica del terruño de Rioja Alta... bastante delicado pero considerablemente complejo", mientras que Monte Real, en cambio, obtiene "una personalidad más cálida y un terruño único" de sus viñedos de Cenicero.

Hay un embotellado, incluso, que es puro producto de la serendipia. El blanco dulce Viña Albina Reserva nació hace décadas de una escasez de mano de obra. Sin los recolectores habituales, los empleados y sus familias se movilizaron para vendimiar y, con las prisas, olvidaron un viñedo. Cuando el enólogo se dio cuenta, las uvas se habían pasificado y desarrollado podredumbre noble. Se vendimiaron a mano y se vinificaron con una pizca de lúpulo; el idiosincrásico resultado sigue en cartera.

De hecho, a pesar del nombre, Bodegas Riojanas ha ampliado su labor a fincas de toda España. Se debe, según el presidente, "a nuestro deseo de completar una amplia gama de vinos para consumir en cualquier momento". Destaca regiones que desearía fueran más conocidas -Rueda, Rias Baixas, Bierzo y Toro- en las que Bodegas Riojanas ha invertido para elevar su perfil. Puede que Rioja sea la joya de su corona, pero dice: "España tiene un panorama extraordinario".

En el trabajo futuro, el productor está igualmente abierto a nuevas oportunidades. Aunque el cambio climático es una amenaza acuciante, ya está respondiendo, cambiando a viñedos más frescos y reduciendo su consumo de agua. Ya ha obtenido la certificación de sostenibilidad del programa Wineries for Climate Protection.

Frías también tiene sus predicciones para el mercado de Rioja. "Creo que los vinos de terruño seguirán creciendo", afirma, "pero no debemos olvidar las nuevas tendencias en términos de consumo de vino, en las que los consumidores se decantan por los vinos blancos, así como por los vinos de graduación alcohólica moderada."

En una región famosa por sus ricos tintos, se trata de un enfoque refrescantemente abierto. Sin embargo, es coherente. Desde los primeros viticultores franceses hasta los accidentes en la vendimia, pasando por la mitigación del cambio climático, el productor ha tenido una mentalidad abierta desde sus inicios. No es de extrañar que, en la quinta generación, sus propietarios vean esas infinitas posibilidades.

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