Romaña: después del diluvio

Tres meses después de que las inundaciones arrasaran la región italiana de Emilia-Romaña, Roberto Monti, presidente del Consorzio Vini Romagna, explica a db las consecuencias de las catástrofes naturales de este año para la cosecha de 2023.

"Nos enfrentamos a un año muy difícil", dijo Monti. Un repaso a los retos climáticos a los que se han enfrentado los productores hasta ahora en 2023 podría sugerir que se trata de un eufemismo estoico.

A principios de mayo, tras un prolongado periodo de sequía, un diluvio azotó partes del norte y centro de Italia, con 50 cm de lluvia, unos seis meses de precipitaciones, caídos en sólo 36 horas. El resultado fueron inundaciones generalizadas que causaron daños estimados en 10.000 millones de euros y se cobraron al menos 15 vidas.

El sector vitivinícola de Romaña, la mitad oriental de la región de Emilia-Romaña, sufrió de lleno la catástrofe.

"Se han producido más de 2.200 desprendimientos en las colinas y hasta los Apeninos en Romaña, el impacto directo en las superficies de viñedos puede considerarse bastante limitado, sin embargo los daños causados por los desprendimientos han tenido y tendrán un impacto económico importante para las empresas perjudicadas, con importantes costes de restauración."

El director del consorcio, Filiberto Mazzanti, compartió con db las impactantes imágenes de uno de estos desprendimientos.

Monti reveló que los corrimientos de tierra no sólo causaron daños a las viñas, sino que también bloquearon las carreteras, aislando a la población: "A esto se añaden los daños generados por el aislamiento, la imposibilidad de entrar e intervenir rápidamente con tratamientos tras los acontecimientos calamitosos, pero también los daños comerciales ligados a las dificultades logísticas".

Muchos de los viñedos que lograron escapar a los corrimientos de tierra quedaron parcialmente sumergidos bajo las aguas.

Las lluvias torrenciales también crearon las condiciones propicias para la aparición de enfermedades fúngicas en los racimos: "El mildiu y el oídio, que han afectado catastróficamente a toda Italia este año, se han propagado en estrecha dependencia de las increíbles lluvias primaverales y de la explosión vegetativa que las siguió."

En abril, antes de las inundaciones, ya se habían producido granizadas destructoras, combinadas con heladas primaverales e incluso tornados, y en julio se produjeron otras granizadas en las que, como describió Monti, "cubitos de hielo tan grandes como pelotas de tenis" bombardearon las viñas.

Una imagen de un viñedo de Romaña de la semana pasada ilustra de forma contundente lo rápido que volvieron a cambiar las condiciones, ya que la ola de calor que asoló Italia provocó el problema opuesto a las inundaciones: la sequía:

A pesar de esta tormenta perfecta de condiciones meteorológicas extremas que azotan y golpean Romaña, el Consorzio prevé una disminución relativamente modesta de los rendimientos globales: "El resultado de esta mezcla de azotes es una previsión de descenso de la producción del 15% respecto a la media. Donde haya producto, se espera que la calidad sea buena".

En cambio, en Sicilia, donde los meses de mayo y junio han sido húmedos, seguidos de un calor extremo en julio, algunos productores prevén una caída de la producción del 40% con respecto al año pasado.

De hecho, por dramáticas que sean estas imágenes, las viñas, muchas de las cuales producen uva Sangiovese, han demostrado una sorprendente resistencia ante tales desastres, como explicó Monti: "Las inundaciones en las tierras bajas han causado daños no generalizados, sobre todo en las plantas jóvenes y en las zonas especialmente afectadas; los viñedos, incluso con la vegetación sumergida, presentan visualmente una producción normal, pero habrá que esperar a la vendimia para saber en qué condiciones se encontrarán al final."

Pero no todos los viticultores se vieron afectados por igual: "Las dificultades son mayores para las explotaciones ecológicas, esta cosecha ha recordado claramente a todos las dificultades de esta elección, sobre todo si se parte de cepas que carecen de resistencia/tolerancia intrínseca a los principales patógenos."

El problema del mildiu se vio agravado por otro problema: la falta de mano de obra: "Cuando ciclones de esta magnitud azotan el territorio, es vital poder intervenir inmediatamente con los tratamientos necesarios, y la prontitud en este año dramático ha faltado en gran medida debido a la escasez de mano de obra, lo que ha provocado la rápida propagación de importantes enfermedades fúngicas. La escasez de mano de obra es un problema conocido y grave, que se agrava cada vez más y podría ser el factor limitante de muchas bodegas en los próximos años".

A continuación, Monti ofreció dos sugerencias que el Gobierno de Meloni podría promulgar para mejorar la situación de los viticultores de Romaña: "Racionalizar las prácticas de regularización de los trabajadores extracomunitarios (decretos de flujos), que en estos momentos es una auténtica carrera de obstáculos. Bajar el IVA del vino al 10%, como ocurre con muchos otros productos agrícolas, lo que impulsaría el consumo interno, actualmente en mayor crisis."

En cuanto a este último punto, en Italia se observa una tendencia general a que cada vez más personas beban vino, pero con menos frecuencia, ya que la proporción de bebedores diarios disminuirá un 16,8%, hasta situarse en 12,4 millones (de una población total de 59 millones) en la década de 2011 a 2021.

Puede que pase algún tiempo antes de que se comprenda plenamente el impacto de esta serie de cataclismos, tanto en la añada 2023 como en la industria vinícola de Romaña. Con el cambio climático, este tipo de condiciones extremas se están convirtiendo en la norma en gran parte de Italia, por lo que productores y consorcios no tienen más remedio que reaccionar y prepararse para lo que está por venir.

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