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La producción de vino neozelandés desciende un 6% tras el paso del ciclón Gabrielle

Seis meses después de que el ciclón Gabrielle arrasara la Isla Norte de Nueva Zelanda, las consecuencias a largo plazo no han hecho más que empezar.

A mediados de febrero, el ciclón Gabrielle azotó la Isla Norte de Nueva Zelanda con efectos devastadores, provocando lluvias extremas e inundaciones en muchas zonas vitivinícolas.

El momento, justo en la cúspide de la cosecha, difícilmente podría haber sido peor.

"Desde el punto de vista del vino, éste ha sido probablemente el impacto meteorológico más importante desde el ciclón Bola en 1988", afirma New Zealand Winegrowers, el organismo comercial del vino del país, en su informe anual, publicado la semana pasada.

"Calculamos que unas 800 hectáreas de viñedos perdieron al menos parte, o toda, su fruta".

Además, otras 300 hectáreas de viñedos han sufrido "importantes daños de infraestructura" que se suman a la pérdida de cosechas.

"Nuestra mejor estimación es que pueden haberse perdido hasta 20.000 toneladas de uva a causa del ciclón y los fenómenos meteorológicos relacionados", detallaba el informe.

En consecuencia, la producción global de la cosecha 2023 disminuyó un 6% con respecto a la de 2022.

¿Y ahora qué?

Algunas zonas se vieron mucho más afectadas que otras por la tormenta. En Gisborne, por ejemplo, la producción descendió un 43%, lo que supone una pérdida de 8.000 toneladas de uva.

En Hawke's Bay, los viticultores informan de que "una fructificación mejor que la del año anterior" ha ayudado a compensar las pérdidas causadas por la tormenta.

Con la ayuda de fondos del Ministerio de Industrias Primarias (MPI), New Zealand Winegrowers ha contratado a expertos en viticultura para que asesoren sobre el terreno a los productores sobre cómo recuperar los viñedos afectados.

Según New Zealand Winegrowers, este programa "proporciona un buen modelo para futuras respuestas de emergencia".

Además de asesoramiento técnico y práctico, los viticultores de Hawke's Bay y Gisborne han recibido donaciones combinadas por un total de más de 400.000 dólares neozelandeses para ayudarles a reparar los daños sufridos por sus viñedos.

Inmediatamente después del fenómeno climático, el ministro de Economía neozelandés, Grant Robertson, estimó que el desastre podría costar al sector vitivinícola 13.500 millones de dólares neozelandeses (8.420 millones de dólares estadounidenses).

Gran parte de los daños fueron causados por inundaciones repentinas, que destruyeron carreteras, vías férreas, casas y cultivos.

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