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¿Podría el corcho ayudar a los productores a afrontar el cambio climático?

Mientras el sur de Europa lucha contra el calor extremo del verano, un productor portugués ha probado el uso del corcho para ayudar a las vides a retener el agua, con unos primeros resultados positivos.

Luisa Amorim ha recurrido a la experiencia de su familia -Amorim es el mayor productor de corcho del mundo- como parte de unos esfuerzos más amplios para garantizar un futuro sostenible a la viticultura frente al cambio climático.

En declaraciones al sector de las bebidas, destacó la importancia de que los productores de vino portugueses adapten su enfoque a estas nuevas condiciones, basándose en su propia experiencia como Directora General de las tres fincas vinícolas de la familia Amorim: Quinta Nova en el Duero, Taboadella en Dão y Herdade Alde de Cima en Alentejo.

"Estas semanas de julio son casi imposibles", afirmó Amorim, que ya en 2016 había llegado a la conclusión de que la racha de altas temperaturas estivales en Portugal no formaba parte de un ciclo, sino de un cambio más permanente. "Para nosotros estaba muy claro que esto iba a ocurrir todos los años", señaló, indicando que las precipitaciones también se han concentrado más en los meses invernales de enero y febrero.

Aunque sugirió que el montañoso y más templado Dão es "el clima más fácil que tenemos", Amorim describió el Duero y el Alentejo como "extremos". Mientras los productores de vino buscan enfoques sostenibles en condiciones tan difíciles, Amorim observó: "Es muy difícil cambiar el clima". En cambio, cree: "Hay que cambiar totalmente de mentalidad".

Compara la confusa variedad de consejos que se ofrecen con la elección de un régimen dietético.

"Todo el mundo habla mucho del tema, pero no hay decisiones definitivas", señala Amorim. "Es algo que tienes que adaptar por ti mismo".

Además de su experiencia en tres regiones vinícolas distintas, Amorim citó el negocio familiar del corcho como una útil fuente de inspiración. "Tenemos algunos conocimientos sobre el corcho", comentó con considerable modestia, destacando en particular la propiedad de este material de retener el agua.

"Recuerdo que de niño mi padre siempre viajaba mucho y un país que le encantaba era Holanda", recuerda Amorim, y explica: "Allí vendemos corcho granulado para los tulipanes". Cuando llegó el momento de plantar un nuevo viñedo en la finca familiar del Alentejo, Herdade Aldeia de Cima, su equipo añadió corcho a cada hoyo antes de introducir la vid. "Fue muy interesante", explica. "El agua se queda".

Deseoso de ampliar el ensayo, Amorim ha cavado recientemente en seis hectáreas de Quinta Nova, en el Duero, para introducir corcho en la base de las vides existentes. "Aún no tenemos las pruebas, pero creo que funcionará", pronosticó.

El planteamiento forma parte de una búsqueda más amplia por parte de Amorim para reevaluar cómo se plantan y gestionan los viñedos de sus fincas. "Empiezas a tener la impresión de que tal vez este tipo de uva no vaya a funcionar en los próximos 40 años", esbozó, al tiempo que advertía contra una reacción exagerada. "No vamos a cambiarlo todo, porque si lo cambias todo vas a cambiar totalmente el estilo de los vinos", observó, abogando en cambio por un cambio más gradual y meditado.

"Cada año se hace un poco", esbozó Amorim. "No es sólo una cuestión de dinero, sino de estar seguro de estar haciendo lo mejor".

En cuanto a la tendencia actual y, en su opinión, a largo plazo, de veranos secos y calurosos, Amorim confirma: "Desde mi punto de vista, las uvas que culturalmente se adaptan mejor son las variedades locales". Sin embargo, aunque "alrededor del 90%" de sus viñedos están plantados con uvas locales, entre las excepciones se incluye una pequeña cantidad de Alvarinho, variedad del norte de Portugal que está funcionando con éxito en el sur, en Alentejo.

"Como no estamos tan lejos del Atlántico, funcionó muy bien", informó Amorim.

"Alvarinho es una uva con mucha acidez. Cuando hace mucho calor en verano, un poco de Alvarinho puede darte un empujón".

Aunque el ensayo del corcho ofrece un ejemplo de cómo estas tres fincas de Amorim pueden beneficiarse de la experiencia compartida, se hacen esfuerzos para mantener un espíritu muy individual en cada propiedad.

Sólo la propia Amorim y el enólogo asesor Jorge Alves se ocupan de toda la cartera.

"En cada finca tenemos equipos de vinificación diferentes, una bodega diferente, uvas diferentes", subrayó Amorim. "Las tratamos a todas de forma diferente: no son iguales".

Citó el Alentejo como fuente de especial inspiración en lo que respecta al elemento de biodiversidad de la sostenibilidad. Con casi 3.000 hectáreas, la Herdade Aldeia de Cima sólo tiene 22 hectáreas de viñedo. El resto es una mezcla de colmenas, olivares, plantaciones de madroños, agrosilvicultura de alcornoques y un rebaño de ovejas merinas. Semejante mezcla de hábitats favorece la proliferación de fauna, desde rapaces hasta cigüeñas y perdices.

"Ahora se habla de agricultura holística y regenerativa, pero siempre ha existido en el Alentejo", resume Amorim. Para ella, los esfuerzos por proteger este enfoque tradicional son complementarios a sus actividades más innovadoras. "No se trata sólo de preservar lo que se tiene", insiste. "Hay que hacer algo bueno que valga la pena para la próxima generación y sea un ejemplo para los demás".

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